Una corriente polar deja a España al margen del caos meteorológico en Europa
ARACELI ACOSTA. MADRID.
El mismo fenómeno climático que ha dejado intensas lluvias y frío en Gran Bretaña ha sido el vector para el calor que han sufrido en Europa oriental y el Mediterráneo, y del que buena parte de España, por su situación, se ha librado. Lo que llevamos del mes de julio en nuestro país, a excepción de los últimos días, ha estado marcado por unas temperaturas bastante suaves, algo menos en el arco mediterráneo y el sureste peninsular. La razón para estas diferencias de un lugar a otro de nuestro país y de una región europea a otra es sólo una: un fenómeno conocido como la corriente en chorro del hemisferio norte.
El portavoz del Instituto Nacional de Meteorología (INM), Ángel Rivera, explicó a ABC que esta corriente de vientos fuertes en altura tiene gran influencia en el clima de nuestras latitudes. Durante el verano, esta corriente sube y se sitúa normalmente al norte de Gran Bretaña. Sin embargo, este año no ha sido así y «la corriente en chorro no ha subido tanto, se ha quedado rozando Gran Bretaña o incluso más al sur», dice Rivera. La circulación de esta corriente, por un lado, se caracteriza por entradas frías de aire de norte a sur, en las vaguadas de las ondas que va formando, pero, por otra parte, en las zonas de cresta dorsal y por debajo de la corriente hay una masa de aire cálido. La corriente se desplaza de oeste a este, y estas ondas son extensas, entre 3.000 y 4.000 kilómetros, de tal forma que a una latitud parecida los efectos pueden ser diferentes.
Y eso es lo que ha ocurrido. Mientras Gran Bretaña ha tenido lluvias que han superado en algunos puntos un 300% los valores medios entre 1971 y 2000, según datos del MetOffice, en Europa oriental y el Mediterráneo la canícula se ha cebado dejando temperaturas extremas y provocando incendios forestales. España, sin embargo, se ha visto favorecida por este fenómeno, puesto que hasta aquí ha llegado el aire fresco más meridional de esa masa fría sobre el Reino Unido.
Además, explica Rivera, ha soplado el viento, de tal forma que la sensación de fresco ha sido mayor. No tanto en el arco mediterráneo y en el sureste peninsular, puesto que esta zona se ha visto más expuesta a la masa cálida de Europa central y oriental.
Un julio de los de antes
Todo ello ha propiciado en España un julio atípico si lo comparamos con los últimos años, pero en cambio típico si lo comparamos con los veranos de hace doce o quince años, y con los valores medios entre 1961 y 1990 o incluso entre 1971 y 2000. Climatológicamente se trata de un mes normal, «como los de antes» -dice Rivera-, cuando «el cogollo de calor comenzaba el día de Santiago». Y eso también se ha cumplido este año y lo estamos viendo estos últimos días. La explicación, de nuevo, la corriente en chorro, que ahora subirá hacia el Norte dejando a nuestro país en la influencia de una zona anticiclónica. En principio, dice Rivera, durará hasta el próximo martes, siendo el lunes el día más caluroso en el Mediterráneo y el sureste. No tanto en el noroeste porque se acerca una perturbación por el Atlántico. Este repunte en las temperaturas, que se vivirá hasta el martes, dejará unos valores máximos en torno a los 40 grados, aunque podrían superarse y llegar a los 42 en los valles medios y bajos del Guadiana, Tajo y Guadalquivir, esto es, por ejemplo, Talavera, Mérida, Navalmoral, Córdoba y Sevilla.
Será «un periodo de temperaturas elevadas pero en el que no parece que se vayan a batir marcas de temperaturas ni máximas ni mínimas», matiza Rivera. Pasadas estas jornadas más calurosas la predicción a diez días indica que seguiría un verano normal, con temperaturas máximas en torno a los 35 y 36 grados. El informe de tendencia para el verano que Rivera explicó a ABC en mayo está en la línea de lo que está ocurriendo. La anomalía térmica prevista para el verano era de 0,5 y 1 grados sobre las temperaturas medias, correspondiendo ese valor más alto al noreste peninsular, por cuanto podía verse afectado por las temperaturas anormalmente altas de la zona central y oriental de Europa. «Por ahora está siendo acertado», dice Ángel Rivera.
Anomalía térmica
El portavoz del INM recuerda que en el verano de 2003, cuando toda Europa vivió días con temperaturas máximas al menos un 10 por ciento superiores a la media de su clima local, la anomalía de la temperatura media para toda España fue del orden de 3 grados, y se caracterizó por unas mínimas nocturnas muy altas, con un elevado número de noches tropicales, algo que este año sólo ha ocurrido en días muy concretos.
Aunque aún quedan agosto y septiembre, parece que podría haber «más descuelgues fríos en la vertiente atlántica» que frenarían un ascenso prolongado de las temperaturas, en menor medida en el Mediterráneo. Lo mismo que ya ocurrió en el mes de junio, que tuvo un comportamiento térmico variado, con una importante variación de oeste a este.
Un verano diferente al de 2006
Por ahora el verano se está comportando de manera diferente al del año pasado. Los tres meses veraniegos de 2006 tuvieron un comportamiento térmico un tanto peculiar, según Meteorología. El más caluroso fue julio, con amplias zonas con carácter extremadamente cálido; seguido de septiembre, que fue en general cálido o muy cálido, mientras que en agosto hubo una gran heterogeneidad. Ello dio lugar a que la temperatura media, en conjunto, tuviera un carácter predominantemente muy cálido o extremadamente cálido, es decir, valores medios de la temperatura por encima de la media más alta del periodo 1971-2000.
Este año, la corriente en chorro ha moldeado con temperaturas más suaves el tiempo en la Península Ibérica. Pero no es algo excepcional, asegura Rivera. Aunque lo normal es que esa corriente en chorro se quede en latitudes más altas y no alcance por debajo de Gran Bretaña, lo cierto es que ocurre aproximadamente cada siete u ocho años, explica Rivera, como resultado de la oscilación natural de la atmósfera. O sea, queda descartado el cambio climático.